...corría el año 1992, el pequeño, vivía en su pequeña casa, ayudaba en la tareas del hogar y estudiaba quinto año de primaria en la escuela bilingüe de la localidad, su vida era estudiar, trabajar en las labores de la casa, y jugar, jugar mucho, divertirse era su mejor pasatiempo, lo mismo jugaba en el río lanzando barcos de papel, con carritos hechos de lata de sandina y llantas de corcholata, en los bordos de tierra formaba caminos en donde se imaginaba que manejaba un camión volteo acarreando tierra de un lado a otro, o a las escondidas, o a la roña, o los estoques, o los palillos chinos improvisados de zacate; el trabajo, eran actividades duros, a veces caminar cinco o diez kilómetros en el monte para llevar de comer a los trabajadores, a veces ayudar en el corte de café, a veces cortar y acarrear en la espalda o con ayuda de las bestias leña que se usaba en la casa, a veces chapeando la huerta de café, a veces podando, a veces dando de comer a los animales domésticos, a veces limpiando la tierra con azadón, a veces sembrando maíz, frijol, flor o calabaza, a veces cuidando la siembra, a veces atendiendo la pequeña tienda, o el pequeño molino donde acudían las amas de casa de la comunidad para moler su nixtamal, previo a la elaboración de tortillas a mano, todo esto en el horario de la tarde, por las mañanas la obligación era asistir a la escuela, aprender, practicar y estudiar, pero a cualquier hora, en cualquier actividad la obligación era ser feliz, la comunidad no contaba con luz eléctrica, el camino era de terraceria y el lugar mas poblado estaba a tres horas de camino, todo a pie, porque en esos caminos no transitaban vehículos, el medio de transporte de este lugar era el caballo, el macho o la mula, con candiles y velas las noches eran alumbradas, la escasez estaba en primera plana, sin embargo no faltaban los alimentos, las risas y los momentos de alegría, para el pequeño niño de once años, ese mundo era todo, era lo máximo, al lado de sus padres y hermanos, ese mundo bastaba, sin embargo, un pensamiento inquietaba la mente inocente de este pequeño, la pregunta cotidiana era ¿que habrá mas allá?, un radio era su cómplice silencioso, porque escuchaba al locutor mencionando personas, lugares, incluso anuncios publicitarios, pero el pequeño no entendía sus mensajes porque él no habla español, el dialecto nativo de esta localidad era el Náhuatl, así se comunicaban todos los vecinos, las familias y así es como se interactuaba en la pequeña localidad, un día de julio llegó una platica fuera de lo cotidiano, al pequeño le indican que tendrá que mudarse a otra escuela, porque en la que se encuentra inscrito no puede continuar el sexto grado porque no se cuenta con la capacidad en esta institución, las opciones; la comunidad mas cercana a una hora de camino, la segunda opción una escuela primaria en la ciudad de Puebla, un lugar muy distinto, un lugar desconocido, nueva escuela, nuevos compañeros, nueva casa, si yo hubiera estado en esa situación habría elegido la primera opción, sin embargo el pequeño decidió tomar la segunda opción, una decisión completamente riesgosa, no pensó en nada, simplemente contesto, me voy a Puebla, el día del viaje llegó, con lagrimas en los ojos y con una caja de cartón llena de esperanza partió hacia un lugar completamente desconocido para él, no sabia que iba a pasar, simplemente confiaba en que algo bueno sucedería, el viaje fue largo, tres horas de camino a pie, posteriormente tres horas de viaje en autobús, finalmente arribo a la ciudad, con miedo, temeroso se instaló y al siguiente día comenzó la aventura de su vida, no tuvo miedo, simplemente creía que la decisión que había tomado traería en lo posterior algo mucho mejor, se adaptó, aprendió el idioma de la ciudad y se esforzó por nivelarse en sus estudios, hábitos y nuevas costumbres, corrió el riego de su vida, porque en esta decisión caminaba con destino al progreso y al crecimiento personal...
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