Chichiquila, Puebla; el pueblo
localizado en la sierra de Quimixtlan ocupó los encabezados de los principales portales
de noticias en todo el país. Esto, derivado de una tragedia que cimbró el
sentir de todos los habitantes de las distintas comunidades rurales que la
conforman asi como de todos quienes fueron conociendo el acontecimiento.
Un ángel, de tan solo cuatro años, reportada
cómo desaparecida en las inmediaciones de su domicilio activaron todas los sistemas
de alarma, asi como todas las muestras de solidaridad de los vecinos para
buscarla, horas angustiantes pasaron, -realmente no se puede describir mediante
palabras los emociones que se pueden experimentar cuando un padre o una madre
no sabe nada de un hijo-, la noticia corrió hacia todos los alrededores, hasta
ya muy altas horas de la noche, algunas personas empezaron a dar aviso que ya
la han encontrado.
La magnitud de la tragedia aún estaba
por reconocerse, encontraron a la pequeña a unos metros de distancia de dónde
fue extraviada, pero la encontraron muerta, desnuda, con signos de violencia
física y lo que nadie daba crédito, de abuso sexual. Inmediatamente la realidad
superó la imaginación, y todos empezamos a hacer preguntas que muy
probablemente, solo el tiempo nos podrá responder.
Más tarde, empezó a correr la
información de que los agresores estaban detenidos, que fueron localizados y
dos de los tres presuntos culpables, fueron identificados a partir de que algún
vecino o familiar de uno de los agresores, encontró entre sus ropas, pertenencias
de la niña, información que permitió su pronta captura.
Los gritos desesperados de clamor de
justicia no se hicieron esperar, llegaron de todos los rincones, de todas la
voces, para este momento siendo sinceros, ya para qué, ni el mayor castigo que
las leyes marcan para los agresores nos devuelven a nuestra pequeña ángel,
mucho menos nos quitan el dolor que ya hemos pasado ante la pérdida de nuestra
hija. Como un rayo de esperanza solo pedimos justicia, sin entender que muy
probablemente, la aplicación de la justicia es un antídoto que no curará la
herida tan inmensa que está tragedia ha abierto a nuestra sociedad.
Quizá, la única manera de sanar la herida
que esta tragedia no ha abierto será mediante la misericordia y el perdón, valores
fundamentales que no estan considerados en la impartición de justicia social. Éstas,
trascienden la moral, la ética y las buenas costumbres.
Brendita, un ángel, un alma pura, sin
mancha, sin una pizca de maldad, con la inocencia plena de su niñez,
probablemente ya ha perdonado a sus agresores, porque ella, en su pureza no cabe
la más mínima aceptación de odio o maldad.
De una forma cruel y dolorosa ha
regresado a la presencia de su creador, hoy duerme en ese sueño en el que todos
de alguna manera hemos de estar. Brendita, te pedimos perdón, porque no supimos
crear las condiciones idóneas para tu desarrollo en este lado del velo.
Nuestra naturaleza humana nos ha
superado, el orgullo y la vanidad, la avaricia reinan aquí, generando con ello ignorancia
que se refleja en cada rincón de nuestra sociedad, los mismos que han sido los
artífices reales de tu tragedia.
Te pedimos perdón, porque no hemos
entendido el propósito de esta vida terrenal y la avaricia reina nuestros
hechos.
Te pedimos perdón, porque no hemos sido
buenos padres para con nuestros demás hijos, quienes te lastimaron.
Te pedimos perdón porque tú, tenías un
futuro brillante, el cual ha sido truncado de la forma más vil y cruel.
Te pedimos perdón, porque aun en este
momento no entendemos, que enseñanza nos quieres dejar ante este suceso.
Te pedimos perdón, porque es lo único que
podemos hacer en este momento, lo que pudimos hacer antes de la tragedia no lo
hicimos, te quedamos a deber y ese sentimiento se quedara aquí con nosotros.
Te pedimos perdón, porque tenemos las manos manchadas con tu sangre, y lo único que nos queda es la esperanza de que puedas en tu infinita misericordia interceder por nuestras almas, porque hoy tenemos una gran deuda contigo y con nuestro creador.